
A esta hermana mía siempre
durmiente entre las espigas
al trocaico ritmo de
sus dedos mi pelo teje
A esta hermana tan querida
joven, joven pero ya
mujer de mi vida eje,
pequeña como la alisma
sus suaves y ágiles ramales
brotan de mi frente sierpe
dos por cada una perdida
como cabezas de la Hidra.
A orillas del Lerna
al pie del tronco anciano,
crecen gruesas como brazo
de hombre mis largas trenzas
y mi hermana; no dos cabos,
sino dos mechones de una
cuerda, crece abrazada a mi
cuello como la blanda yedra
De mí para siempre hermana
cauterizando la herida
se oscurece el espacio
bajo su mano dormida.
A esta hermana mía siempre
creciente entre las espiga
quisiera darle las gracias
por cada trenza tejida.
Ya entreves el miedo cual grajo
que gira al viento y se abre,
rompiéndose, paso a paso,
la negra frente y la corona.
Alumbra el invierno tu pecho
yugula el frío tus plumas
nutricia tu boca hambrienta
mi boca hambrienta de tu boca.
Hombre, veo en tus ojos
deseo. En el pico, en las
entrañas; hambre, en tus ojos,
pero es hambre acumulada.
Dejaré un beso a la luz
por si regresas mañana;
tus pétalos negros planean
sobre la lumbre del agua.
Herido por la bota de la nieve
con dos cañones al hombro,
hambre de mi hombre
refluyendo a mi ventana.

Como un velo de luto riguroso
llevo tu mano flotando a mi espalda
en el camino de regreso la sombra
de tu beso de cerca me amenaza.
No importa si hay banco o no;
basta con tu simple compañía.
El estrecho límite de tus brazos
es terreno de segura acogida.
Sabiéndome querida a tu vera
será esta noche tu abrazo en mi portal
una herida profunda y duradera.
Con la promesa de otra despedida,
te esperaré en mi cama por el rastro
de tu leve caricia adormecida.